Pedir dinero prestado no es en sí peligroso para las finanzas personales. Por el contrario, el crédito bien utilizado puede ser un aliado para construir tu patrimonio. ¿Tienes en claro tu relación con las deudas?
Las deudas son un instrumento riesgoso para tus finanzas personales, ya que bien utilizadas pueden ayudar a construir tu patrimonio, pero si se hace mal uso de ellas puede ponerlo en peligro.
Tomar dinero prestado tiene la ventaja de acelerar el acceso a ciertos bienes, muchas veces necesarios (por ejemplo, un crédito hipotecario permite comprar una vivienda sin tener que reunir todo el dinero), pero también brinda la fantasía de disponer más de lo que las finanzas personales realmente permiten, lo que puede conducir a desbordes. Las deudas tóxicas o innecesarias pueden llevar al sobreendeudamiento y a una situación de patrimonio personal negativo.¿Cuándo pedir un préstamo puede ser una buena decisión? En una economía saludable el uso del crédito debería ser ocasional, planificado y estar limitado a algunas situaciones particulares como la compra de una vivienda, su equipamiento, o la puesta en marcha de un negocio. En algunas ocasiones, las deudas pueden generarse también por necesidades específicas, como un tratamiento médico, o servir como “puente” hasta una cobranza pendiente.
Las opciones de crédito son varias, desde la tarjeta de crédito o el pago de compras en cuotas, hasta los préstamos formalizados que se solicitan en una institución bancaria o similar. Hay también opciones informales, como los préstamos de familiares y amigos, y alternativas de créditos rápido y a sola firma que, si bien pueden resultar tentadores para cubrir emergencias, suelen cobrar tasas exorbitantes, fuente de problemas económicos. Los créditos informales, suelen a la larga resultar mucho más caros que los créditos obtenidos en el sistema financiero y pueden ser fuentes de conflicto con los acreedores. Si tomas un préstamo de algún amigo, asegúrate de que queden claras y por escrito las condiciones pactadas, y luego lleva un registro meticuloso de lo que vas pagando.
Para evitar conflictos, lo ideal es planificar para, sin urgencias, solicitar un crédito formal en una institución financiera confiable, y siempre teniendo en cuenta que el fin para el que se utilizará el dinero se relacione con algo que perdure en el tiempo, y no con el consumo habitual. Estudios, vivienda, herramientas de trabajo, algunos vehículos, puesta en marcha de un emprendimiento son algunos de estos fines a los que un préstamo puede contribuir a convertir en inversión.
Para elegir el préstamo que mejor se adecua a tus necesidades y posibilidades, evalúa los siguientes aspectos:
- Requisitos. ¿Qué hay que presentar? ¿Calificas? ¿Es tu historia crediticia adecuada?
- Monto otorgado.Las líneas de crédito suelen tener montos máximos y depender de tu calificación para otorgarlo.
- ¿Cuál es el costo del dinero? ¿Cómo se calcula? Intenta obtener siempre el costo financiero total y no solo la tasa de interés.
- Cantidad de cuotas. Define por cuánto tiempo estarás endeudado.
- Gastos y comisiones. Consulta y no dejes de mirar la letra chica de lo que tengas que firmar (comisiones, seguros intereses punitorios, etc.).
- Valor de cada cuota. Asegúrate de tener en claro el monto que debes devolver cada mes y de ver que puedas hacerlo sin afectar tu economía diaria.
- Garantía. ¿Qué ocurre si no se puede pagar? En los créditos prendarios, por ejemplo en la compra de un vehículo, en caso de imposibilidad de pago la institución se queda con el bien. En otros casos, una persona con respaldo económico debe acompañar el pedido y comprometerse a pagar si tú fallas.
Elijas el préstamo que elijas, no olvides que debes devolverlo en el tiempo y la forma pactada para evitarte intereses punitorios y una mala reputación crediticia que puede afectar tus posibilidades de obtener nuevos créditos.
El crédito es un instrumento riesgoso: bien usado ayuda a tus finanzas personales, pero si se utiliza indiscriminadamente las pone en peligro
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